“Duendecillos traviesos” en Alejandro Casona (comp.), El libro de las leyendas mexicanas. México, SEP-Ediciones B, 2006. 



41.          Duendecillos traviesos

Es como un niño: muy chaparrito y con muchas ganas de jugar y, sobre todo, de hacer travesuras si no le cumplen sus caprichos. A estos seres legendarios de la cultura maya se les llama aluxes (alushes).
En las ruinas mayas de Chichén Itzá, los arqueólogos encontraron unos pequeños ídolos de barro que, en un principio, pensaron que eran representaciones de niños. Más adelante los mismos pobladores de la zona les dijeron lo que esos pequeñitos de barro significaban.
Los campesinos y sus tierras están expuestos a diferentes peligros, desde los problemas del clima hasta cuestiones de plagas. Cuenta la leyenda que los aluxes son los encargados de cuidar el 
campo y las pertenencias de sus bienhechores. El campesino vuelve a la vida a un aluxe a través de una ceremonia en la que pone al ídolo de barro en un tipo de altar y por nueve días y nueve noches en vigilia le prende copal y le hace una oración personal para pedir lo que necesita. El duendecillo despierta y está tan agradecido con su benefactor que dedica toda su vida a cuidar sus campos, familia y al mismo agricultor.
Pero si en la península de Yucatán a los niños les dicen aluxes no es porque cuiden el campo o sean agradecidos, sino porque los aluxes son tan traviesos como los niños.
De las once de la noche a las dos de la mañana, que es la hora en que andan más activos, los aluxes salen a cuidar el campo, normalmente en grupo, y es cuando más se divierten. Trepan a los árboles, bajan por las colinas, bailan alrededor de las fogatas que les dejan prendidas los campesinos. Si por el ruido que hacen algún ser humano sale a ver qué pasa, los aluxes se van corriendo y se esconden. Pero en cuanto el intruso se va, ellos vuelven a donde estaban a seguir echando relajo.
Eso sí, nunca descuidan su trabajo. Si atrapan a alguien robando fruta, lo sacan a pedradas o lo persiguen hasta que huyen asustados y, como son seres mágicos, los aluxes pueden pegar al árbol los frutos que el ladrón quería llevarse. También, con su magia protegen las plantaciones de plagas y enfermedades.
Entre sus peores travesuras, cuando se enojan, sacuden las hamacas de los que duermen para despertarlos, y molestar a los perros. Tienen mal carácter, son berrinchudos y les gusta que los traten bien. Si se les dan esas atenciones, los aluxes son los mejores cuidadores del campo.
En el principio, cuentan los mayas, los aluxes eran los cuidadores naturales de las plantas. Por eso siempre las cuidan. A los campesinos los cuidan sólo por gratitud, cuando los traen de vuelta a esta vida, donde se divierten haciendo travesuras como despertar a la gente con sus risas y bailes a mitad de la noche.
“Duendecillos traviesos” en Alejandro Casona (comp.), El libro de las leyendas mexicanas. México, SEP-Ediciones B, 2006. 

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