Jaime Sabines, “La luna” en Recuento de poemas 1950/1993. México, SEP



La Luna se puede tomar a cucharadas o como una cápsula cada dos horas.
Es buena como hipnótico y sedante y también alivia
a los que se han intoxicado de filosofía.
Un pedazo de luna en el bolsillo es mejor amuleto que la pata de un conejo: sirve para encontrar a quien se ama, para ser rico sin que nadie lo sepa, nadie, y para alejar a los médicos y a las clínicas.
Se puede dar de postre a los niños cuando no se han dormido.
Unas gotas de Luna en medio de los ojos de los ancianos ayudan a bien morir.
Pon una hoja de Luna tierna debajo de tu almohada y mirarás lo que quieras ver.
Lleva siempre un frasquito del aire de la Luna para cuando te ahogues, y dale la llave de la Luna a los presos y a los desencantados.
Para los condenados a muerte y para los condenados a vida no hay mejor estimulante que la Luna en dosis precisas y controladas.
Jaime Sabines, “La luna” en Recuento de poemas 1950/1993. México, SEP-Planeta, 2003. 

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