“Juan Regaña” en Beatriz Barnes (selección), Fábulas. Para leer en voz alta. México, SEP-Salvat, 1993.



Había una vez un campesino que era muy bueno, pero muy protestón. Lo llamaban Juan Regaña.
Tenía una carreta. Con ella iba a todas partes, pero un día de tantos mientras viajaba al pueblo, al pasar al lado de un gran roble se le atascó la carreta. Juan Regaña gritó demasiadas maldiciones, sin embargo recordó a Atlas, un dios muy forzudo y grandote que hace muchísimos millones de años dicen que llevó un mundo entero sobre sus hombros.
-¡Atlas! -gritaba Juan Regaña-. ¡Tú, que tienes tanta fuerza puedes ayudarme a salir de este atolladero!
-¿Qué te ocurre? -preguntó Atlas.
-¡Se me atascó la carreta! -contestó Juan.
-¿Has probado otra cosa que no sea gritar y maldecir? -preguntó Atlas. Pero Juan no lo oía porque solo saltaba y gritaba.
-¡Tú, Atlas, puedes ayudarme!
-¡Mira! -dijo Atlas- La rueda está llena de barro, límpiala, luego busca una piedra grande y pícala, con ella cubre el pozo donde cayó tu carreta y jálala con el látigo. Juan hizo todo lo que Atlas le indicó y cuando tomó el látigo, la carreta partió ligerito.
-¡Gracias, Atlas! ¡Cómo me has ayudado!-decía Juan, que ni cuenta se daba de que todo el trabajo lo había hecho él, sin quejarse y con la cabeza serena. ¡Te llamaré todas las veces que te necesite! -dijo Juan.
-¿Qué? -dijo Atlas-. ¿Hacerme venir volando por estas simplezas? Cuando se te ocurran esas cosas, mejor te llamas a ti mismo a la calma.
-¿La calma? ¡No la conozco! -dijo Juan. 
-Te vendría bien conocerla, porque gritas y maldices como si fueras Juan Regaña.
-¿Juan Regaña? ¡Ese soy yo! -dijo boquiabierto Juan. Pero Atlas volaba tan alto, que no lo oyó y nunca supo que en verdad Juan era el verdadero Juan Regaña. Desde aquel día Juan recurrió a la calma, y entonces protestó cada vez menos. Hasta que ya no fue Juan Regana, sino Juan... ¡Juan a secas!
“Juan Regaña” en Beatriz Barnes (selección), Fábulas. Para leer en voz alta. México, SEP-Salvat, 1993.

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